Kainos Ktisis
  Peligros que amenazan a los lideres
 

 

Peligros que amenazan a los líderes

 

(Por: Jonas Arrais)

 

¿Sabía que es peligroso ser líder de la iglesia? El enemigo se muestra ansioso para arruinar a los líderes espirituales, usan­do diferentes estrategias con el fin de realizar su propósito (1 Pedro 5:8). Cuando un líder se perjudica, sabe que toda la iglesia será afec­tada. Por esta razón, los miembros deberían orar constantemente por sus líderes.

 

La Biblia presenta algunos ejemplos de personas que no supieron cómo conducirse en puestos de liderazgo; y ese problema todavía existe. Probablemente, usted conoce a alguien que se involucró en algo que causó un escán­dalo en la iglesia. En general, estos peligros se relacionan con el dinero o con el sexo.

 

Después de llegar a ser pastor, por muchos años pensé que si obtenía la victoria en esas áreas mi ministerio estaría asegurado. Pero la vida me ha demostrado algo más: hay otro conjunto de peligros que amenaza a los líde­res; y esta clase de peligros es más difícil de detectar, porque se aloja en los pensamientos y en los hábitos. Sin embargo, sus resultados no son menos desastrosos que los llamados pecados "tradicionales" o comunes.

 

El orgullo

Existe en cada ser humano el deseo de ser apreciado, aplaudido y aceptado entre aque­llos que están bajo su liderazgo. Pero allí se encierra el peligro, y Jesús habló al respecto: "¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Luc. 6:26).

 

Como una droga, el orgullo ha nublado la mente de algunos líderes. Resultado: comien­zan a pensar que son infalibles, y se vuelven insensibles y tiránicos.

El orgullo habita en todo ser humano. Generalmente, se lo mantiene bajo control; no porque seamos humildes, sino porque nos falta la ocasión. Vivimos en un mundo que no valora la humildad en absoluto. En la política y en los deportes, por mencionar solamente algunas áreas, las personas están luchando constantemente por el reconocimiento y la fama. Lamentablemente, mucha gente se ha contagiado de ese espíritu. Mientras tanto, en la iglesia, la humildad continúa siendo la característica de aquellos que han sido llamados por Dios.

 

El poder

Los líderes también sucumben ante la fatal atracción del poder. El poder en sí mismo no es malo, pero puede ser muy peligroso; todavía más peligroso cuando se lo camufla mediante la religión. Cuando el orgullo se mezcla con el poder, el resultado suele ser desastroso. Lamentablemente, el potencial para abusar o para hacer mal uso del poder se encuentra latente en todos nosotros.

 

Sería bueno evitar en la iglesia el concepto de "cargo" o "posición". Mejor sería usar el término "función", porque la palabra "posi­ción" denota poder, mientras que "función" implica servicio. En la organización de la iglesia necesitamos presidentes, secretarios de departamento, pastores de distrito, ancianos, diáconos, etc., pero nadie debería sentirse más importante que otro. Todos somos útiles en la iglesia, pero ninguno es irreemplazable.

 

El orgullo hace que las personas crean que siempre tienen la razón, y el poder les otorga la fuerza para obligar a los demás a estar de acuerdo. Una función eclesiástica es verda­deramente una bendición cuando la otorga Dios y cuando la persona es transformada en un instrumento de bendición. Nadie debería "agrandarse" por causa de su título o función.

 

Realicemos las actividades de la iglesia bus­cando hacer lo mejor para los demás y para Dios, sin esperar el reconocimiento humano. El sentimiento de aceptación por nuestro ser­vicio vendrá de parte de Dios mismo.

 

Servir es un desafío, y una gran oportuni­dad para participar de la gran comisión confia­da a los hombres. Perder esta oportunidad es desperdiciar la chance que Dios nos dio para que hagamos una diferencia en su iglesia.

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- Jonas Arrais, Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la Asociación General.

- Publicado por la Revista del Anciano, Octubre / Diciembre del 2007.

 

 
 
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