Kainos Ktisis
  El regalo perfecto
 

 

El regalo perfecto

(Por: Marcos G. Blanco)

 

¿Cuál es el verdadero sentido de la Navidad?

 

De un día para el otro, la ciudad se ilumina. Los gran­des centros comerciales se visten de verde muérdago y de rojo fiesta. Los árboles de Navidad, plantados por arquitectos del diseño, aparecen en los luga­res más insólitos. Luces de colores que se prenden y se apagan compiten por atraer compradores. Obesos personajes vestidos de rojo y con falsas largas barbas blancas fingen traer felicidad instantánea.

 

Todas las tiendas ofrecen ofertas "navideñas". El comprador no busca mercancías (en el sentido utilitario de la palabra), sino que desea símbolos de un estado de ánimo que no logra encontrar en su interior.

 

Se ha creado una cadena de necesidades artificiales, una fiebre de fin de año, que fuerza a gastar y a gastar en la bús­queda de la "alegría". En Navidad, el dinero quema en el bol­sillo: son las ofrendas en el altar del egoísmo.

 

¿Mera diversión?

Incluso miradas desde el punto de vista secular, las fiestas pierden su razón de ser como temporada para la relajación y el tiempo en familia. La fiesta deja de ser un elemento sana­dor, para ser un factor más de intoxicación. Ésta es la carac­terística de las "fiestas" en el proceso de autodestrucción de toda comunidad consumista: la obnubilación de los sentidos por la ingestión desmedida de calorías y de alcohol.

 

¡Qué paradoja! La celebración del acto más generoso y altruista que el mundo haya podido recibir se ha con­vertido en la "fiesta" del desenfreno, la autogratificación y el egoísmo.

Crónica de un nacimiento anunciado

Cuando la humanidad quedó irre­mediablemente sumida en las garras de la muerte ("Porque la paga del pecado es la muerte", Romanos 6:23), en el momento en que Adán y Eva pecaron, Dios anunció la decisión más importan­te que alguna vez haya hecho. La in­mensa brecha que se había abierto entre el hombre y Dios, por causa del pecado, sólo podía ser salvada entregando lo más valioso que Dios el Padre tenía: su propio Hijo Jesús. El amor del Padre fue tan trascendente, que estuvo dis­puesto a pagar el costo.

Fue entonces que a los mismos cau­santes de la entrada del pecado en esta tierra se les hizo el anuncio: un salva­dor vendría a traer vida. Jesucristo ven­dría a "dar su vida en rescate por mu­chos" (S. Marcos 10:45). De esta mane­ra, aplastaría la cabeza de Satanás, la serpiente antigua (Génesis 3:15).

 

A lo largo de todo el Antiguo Testa­mento, las profecías amplifican los de­talles de la aparición de Jesús. Isaías 7:14 declara que nacería de una virgen:

"Por tanto, el Señor mismo os dará se­ñal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Ema­nuel"; hecho que corrobora San Mateo 1: 18 Y 25: "El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando comprometida María, su madre, con José, antes que vivieran juntos se halló que había concebido del Espíritu Santo [ ... ]. Uosél no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogéni­to, y le puso por nombre Jesús".

Además, Miqueas 5:2 declara que nacería en Belén: "Pero tú, Belén Efrata, tan pequeña entre las familias de Judá, de ti ha de salir el que será Señor en Is­rael; sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos, a los días de la eterni­dad"; acontecimiento que se cumplió al pie de la letra: "Cuando Jesús nació, en Belén de Judea, en días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos sa­bios [ ... ]" (S. Mateo 2:1). Y la lista de profecías podría seguir.

 

Finalmente, en el momento designado, el Mesías, Jesucristo, el Salvador del mundo, apareció en esta tierra: "Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios en­vió a su Hijo, nacido de mujer" (Gála­tas 4:4). Es más, Juan el Bautista, el mensajero escogido por Dios para pre­parar el camino del Hijo de Dios, predi­caba referente a la venida del Mesías: "El tiempo se ha cumplido, el reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos, y creed al evangelio! " .

 

¡Finalmente, el regalo de Dios ha­bía llegado! Pero, hay un detalle más que nos habla del inmenso amor de Dios hacia una humanidad perdida y desorientada. Ese regalo tan preciado, la vida de su propio Hijo, había sido destinado para la humanidad desde antes de la "creación del mundo", pero se ha "manifestado en este último tiempo por amor" hacia nosotros (1 S. Pedro 1:18-20).

 

Dar es el espíritu de la Navidad

Pareciera increíble que la fecha en que el mundo dice recordar un aconte­cimiento tan trascendente para su desti­no, que recuerda aquel acto de genero- : sidad jamás visto, se dedique a autogra­tificarse y a satisfacer su egoísmo. Por­que, si hay un espíritu que debe reinar en Navidad, es el de dar, el de ofrecer,

el de negarse a sí mismo por el bien de los demás. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (S. Juan 3:16).

Sí; tal fue el amor de Dios, que dio.

 

Dar fue la mayor manifestación de Dios hacia el ser humano. Dio lo más valioso que tenía: su propio Hijo. El espíritu de la Navidad es dar, porque "más biena­venturado es dar que recibir" (Hechos 20:35).

 

El espíritu de la Navidad es dar. El espíritu de la Navidad es ofrecer, rega­lar. Pero ¿qué clase de regalo?

 

El regalo perfecto

El regalo del que estoy hablando no se compra en un almacén de barrio ni se lo ofrece en las grandes tiendas de las capitales del mundo. Por otra parte, tampoco habría suma de dinero capaz de pagarlo. Es más, es el único regalo que puede llenar nuestro anhelo más profundo. Alguien dijo, alguna vez, acerca de nuestra mayor necesidad:

Si nuestra mayor necesidad hubiera sido la información, Dios nos habría enviado un educador.

Si nuestra mayor necesidad hubiera sido la tecnología, Dios nos hubiera enviado un hombre de ciencia.

Si nuestra mayor necesidad hubie­ra sido el dinero, Dios nos habría enviado un econo­mista.

Si nuestra mayor necesidad hubiera sido los placeres, Dios nos habría enviado un animador de fiestas.

Pero, nuestra mayor necesidad es el perdón, de modo que Dios envió un Salvador.

Jesucristo, el Salvador del mundo, es el mayor regalo que podemos recibir y también dar en esta Navidad. No gas­tes energías en vano. En esta Navidad puedes recibir a Jesús en tu corazón y compartirlo con tus seres queridos.

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- Marcos Blanco, es redactor de la Asociación Casa Editora Sudamericana. Se le puede escribir a: mgblanco@aces.com.ar

- Publicado por la Revista Adventista, Diciembre del 2004.

 

 
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