Kainos Ktisis
  Como celebrar la Navidad
 

 

Cómo “celebrar” la Navidad

 

Fin de año es una oportunidad propicia para agradecer las bendiciones recibidas de Dios.

 

La fiesta de la Navidad

"Ya llega la Navidad" es la nota que resuena por el mun­do, del este al oeste y del norte al sur. Para los jóvenes, para los de edad madura y aun para los ancianos, es una ocasión de regocijo general. Pero ¿qué es la Navidad, para que re­quiera tanta atención?

Se dice que el 25 de diciembre es el día en que nació Jesucristo, y la observancia de ese día se ha hecho costumbre popular. Sin embargo, no hay seguridad de que estemos guardando el día preciso en que nació nuestro Salvador. La historia no nos da pruebas ciertas de ello. La Biblia no señala la fecha exacta. Si el Señor hubiese considerado tal conoci­miento como esencial para nuestra salvación, habría hablado de ello por medio de sus profetas y apóstoles, a fin de dejar­nos enterados de todo el asunto. Por lo tanto, el silencio de las Escrituras al respecto nos parece evidencia de que nos fue ocultado con el más sabio de los propósitos.

En su sabiduría, el Señor no reveló el lugar donde había sepultado a Moisés. Lo enterró, luego lo resucitó y lo llevó al cielo. Obró así, en secreto, para evitar la idolatría. Aquél contra quien se habían rebelado [los israelitas] mientras es­taba en servicio activo, aquél a quien provocaron casi más allá de lo que podía soportar un ser humano, fue casi ado­rado 'como Dios después de que la muerte lo separó de ellos. Por el mismo motivo Dios ocultó el día preciso en que nació Cristo, a fin de que ese día no recibiese el honor que debía darse a Cristo como Redentor del mundo y el ­único que debía ser recibido, y en quien se debía confiar por ser el único capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que se allegan a él. La adoración del alma debe tributarse a jesús, como Hijo del Dios infinito.

 

Es difícil pasarla por alto

En vista de que el 25 de diciembre se observa para con­memorar el nacimiento de Cristo, y en vista de que por pre­cepto y por ejemplo se ha enseñado a los niños que es, en verdad, un día de alegría y de regocijo, os resul­tará difícil pasar por alto esa fecha sin de­dicarle cierta atención. Es posible valerse de ella con un buen propósito.

Es necesario tratar a los jóvenes con mucho cuidado. No se debe dejar que en ocasión de la Navidad busquen diversión en la vanidad y la búsqueda de placeres, o en pasatiempos que pudieran perjudicar su espirituali­dad. Los padres pueden controlar esto dirigiendo la atención y las ofrendas de sus hijos hacia Dios y su causa, y hacia la salvación de las almas.

En vez de ser ahogado y prohibido arbitrariamente, el de­seo de divertirse debe ser controlado y dirigido por esfuerzos esmerados de parte de los padres. Su deseo de hacer regalos puede ser desviado por cauces puros y santos, a fin de que beneficie a nuestros semejantes al suplir la tesorería con re­cursos para la grandiosa obra que Cristo vino a hacer en este mundo. La abnegación y el sacrificio propio caracterizaron su conducta, y deben caracterizar también la de los que pro­fesamos amar a jesús, porque en él se concentra nuestra es­peranza de vida eterna.

 

El intercambio de regalos

Se acerca la época de las fiestas, con su intercambio de re­galos, y tanto los jóvenes como los adultos consideran aten­tamente qué pueden dar a sus amigos en señal de afectuoso recuerdo. Por insignificantes que sean los regalos, es agrada­ble recibirlos de aquéllos a quienes amamos. Constituyen una demostración de que no nos han olvidado y parecen es­trechar un poco más los lazos que nos unen con ellos [...]. Está bien que nos otorguemos unos a otros, pruebas de cari­ño y aprecio, con tal de que no olvidemos a Dios, nuestro mejor Amigo. Debemos hacer regalos que sean de verdadero beneficio para quienes los reciban. Yo recomendaría libros que ayuden a comprender la Palabra de Dios o que acrecien­ten nuestro amor por sus preceptos. Proveamos algo que leer para las largas veladas del invierno.

 

Libros recomendados para los niños

Son muchos los que no tienen libros ni publicaciones re­lativas a la verdad presente. Representan, sin embargo, un importante renglón en el que se puede invertir dinero. Son muchos los pequeñuelos a quienes se debiera proveer buenas lecturas. Las series de Lecturas y poesías para el sábado son li­bros preciosos que pueden introducirse en todo hogar. Las muchas sumas pequeñas que suelen gastarse en caramelos y juguetes inútiles pueden guardarse para tener con qué com­prar tales libros [...].

Los que quieran ofrecer regalos valiosos a sus hijos, nie­tos o sobrinos, pueden proporcionarles los libros menciona­dos arriba, que se destinan a los niños. Para los jóvenes, La vida de José Bates es un tesoro; también lo son los tres tomos de El espíritu de profecía. Estos tomos debieran estar en cada hogar del país. Dios está dando luz del Cielo, y ni una sola familia debiera quedar privada de ella. Sean los regalos que ofrezcáis de tal índole que derramen rayos de luz sobre la senda que conduce al cielo.

 

No debe olvidarse a Jesús

Hermanos y hermanas, mientras es­táis pensando en los regalos que queréis ofreceros unos a otros, quisiera haceros recordar a nuestro Amigo celestial, no sea que olvidéis lo que él nos pide. ¿No le agradará nuestra demostración de que no lo hemos olvidado? Jesús, el Príncipe de la vida, lo dio todo para poner la sal­vación a nuestro alcance.

Hasta sufrió la muerte, para poder damos la vida eterna.

Mediante Cristo es como recibimos toda bendición. ¿No compartirá nues­tro Benefactor celestial las pruebas de nuestra gratitud y amor? Venid, herma­nos y hermanas, con vuestros hijos, aun con los niños de brazos, y traed vuestras ofrendas a Dios de acuerdo con lo que podáis dar. Hónrenlo vues­tros corazones con melodías y alábenlo con vuestros labios.

Es un tiempo para honrar a Dios

El mundo dedica las fiestas a la fri­volidad, el despilfarro, la glotonería y la ostentación. En ocasión de las próxi­mas fiestas de Navidad y Año Nuevo se desperdiciarán miles de dólares en pla­ceres inútiles; pero es privilegio nues­tro apartamos de las costumbres y las prácticas de esta época de degenera­ción; y, en vez de gastar recursos sim­plemente para satisfacer el apetito y comprar inútiles adornos o prendas de vestir, podemos hacer de las próximas fiestas una ocasión para honrar y glori­ficar a Dios.

Cristo debe ser el objeto supremo; pero, en la forma en que se ha estado observando la Navidad, la gloria se des­vía de él hacia el hombre mortal, cuyo carácter pecaminoso y defectuoso hizo necesario que el Salvador viniese a nuestro mundo. Jesús, la Majestad del cielo, el Rey del cielo, depuso su reale­za, dejó su Trono de gloria, su alta in­vestidura, y vino a nuestro mundo para traer auxilio divino al hombre caído, debilitado en su fuerza moral y co­rrompido por el pecado.

Los padres debieran recordar estas cosas a sus hijos e instruirlos, renglón tras renglón, precepto tras precepto, en su obligación para con Dios, no en la que creen tener uno hacia otro de honrarse y glorificarse mutuamente con regalos.

Encaucemos sus pensamientos

Son muchas las cosas que pueden idearse con buen gusto y a un costo mucho menor que el de los regalos in­necesarios que con tanta frecuencia se ofrecen a los niños y a los parientes. Así se manifestará cortesía en el hogar y habrá felicidad en él.

Podéis enseñar una lección a vues­tros hijos al explicarles vuestros moti­vos para hacer cambios con respecto al valor de sus regalos y decirles que os convencisteis de que solíais considerar su placer antes que la gloria de Dios. Decidles que pensabais más en vuestro propio placer y en la satisfacción de ellos que en el progreso de la causa de Dios, a la que descuidabais para mante­neros en armonía con las costumbres y las tradiciones del mundo, haciendo re­galos a quienes no los necesitaban. Co­mo los antiguos magos, podéis ofrecer a Dios vuestros mejores regalos y de­mostrarle, por vuestras ofrendas, que apreciáis el Don que hizo a un mundo pecaminoso. Encauzad los pensamien­tos de vuestros hijos en una nueva di­rección, que los haga altruistas al inci­tarlos a presentar ofrendas a Dios por el don de su Hijo unigénito.

¿Tendremos árbol de Navidad?

Agradaría mucho a Dios que cada iglesia tuviese un árbol de Navidad del que colgasen ofrendas, grandes y pe­queñas, para esas casas de culto. Nos han llegado cartas en las que se pre­guntaba: ¿Tendremos un árbol de Navi­dad? ¿No seremos, en tal caso, como el mundo? Contestamos: Podéis obrar co­mo lo hace el mundo, si estáis dispues­tos a ello, o actuar en forma tan dife­rente como sea posible de la seguida por el mundo. El elegir un árbol fra­gante y colocarlo en nuestras iglesias no entraña pecado, sino que éste estri­ba en el motivo que hace obrar y en el uso que se dé a los regalos puestos en el árbol.

El árbol puede ser tan alto y sus ra­mas tan extensas como convenga a la ocasión, con tal que sus ramas estén cargadas con los frutos de oro y plata de vuestra beneficencia, y los ofrezcáis a Dios como regalo de Navidad. Sean vuestros donativos santificados por la oración.

Las fiestas de Navidad y Año Nuevo pueden y deben celebrarse en favor de los desamparados. Dios es glorificado cuando damos para ayudar a los que han de sustentar familias numerosas.

No es un pecado

No adopten los padres la conclu­sión de que un árbol de Navidad pues­to en la iglesia para distraer a los alum­nos de la Escuela Sabática es un peca­do, porque es posible hacer de él una gran bendición. Dirigid la atención de esos alumnos hacia fines benévolos. En ningún caso debe ser la simple distrac­ción el objeto de esas reuniones. Aun­que algunos truequen estas ocasiones en momentos de negligente liviandad y no reciban la impresión divina, para otras mentes y caracteres dichas ocasio­nes resultan altamente benéficas. Estoy bien convencida de que pueden idearse sustitutos inocentes para muchas reu­niones desmoralizadoras.

 

Diversiones inocentes

¿No os levantaréis, mis hermanas y hermanos cristianos, y no habréis de ceñiros para cumplir vuestro deber en el temor de Dios, y no ordenaréis este asunto de modo que, en vez de carecer de interés, rebose de placer inocente y lleve la señal del Cielo? Sé que la clase más pobre responderá a esta sugeren­cia. Los más ricos también debieran manifestar interés, y dar regalos y ofrendas proporcionales a los recursos que Dios les confió. ¡Ojalá que en los libros del cielo se hagan, acerca de la Navidad, anotaciones cual nunca se las vio, por causa de los donativos que se ofrezcan para sostener la obra de Dios y el fortalecimiento de su Reino!

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*Extraído de El hogar adventista, pp. 434-439.

- Elena de White, fue cofundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y mensajera del Señor.

- Publicado por la Revista Adventista, Diciembre del 2004.

 

 

 
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